Cincuenta ojos rasgados estampando sus flashes a las puertas de un estanco de souvenirs. De anchas articulaciones, vigorosos músculos vestidos con monumental elegancia, nutridos pulmones verdes encallados en las puertas del Sena. Recia como su torre, cortés como su Notre Dame, palpitante como el destello de su Sacre Cour. Hasta enfurecido su metro en hora punta parece hilar música de Piaf. No tendrá tanto amor como pintan en la Place du Tertre. Ni tanto sexo como abandera su decepcionante Moulin Rouge. Pero ojalá la línea 5 desembocara allí.
viernes, 1 de agosto de 2008
PIRAMIDES
Cincuenta ojos rasgados estampando sus flashes a las puertas de un estanco de souvenirs. De anchas articulaciones, vigorosos músculos vestidos con monumental elegancia, nutridos pulmones verdes encallados en las puertas del Sena. Recia como su torre, cortés como su Notre Dame, palpitante como el destello de su Sacre Cour. Hasta enfurecido su metro en hora punta parece hilar música de Piaf. No tendrá tanto amor como pintan en la Place du Tertre. Ni tanto sexo como abandera su decepcionante Moulin Rouge. Pero ojalá la línea 5 desembocara allí.
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