
Si no fuera por esos horteras con bermudas y calcetines no reconoceríamos el verano. En huelga de celo anda el ventilador del bar de la esquina. Estampa julio con orballo la recua de fugitivos de sus rutinas que se agolpan en las terrazas del centro. Café de julio. Los valencianos le llaman de otro modo. Los franceses se sorprenden cuando vuelcas el café al vaso. Te ven extrañados. A los italianos les parece un escarnio. Para ellos, orgullosos de sus cafés, es un insulto la mezcla. Algo así como para los amantes del vino pintar con gaseosa un Rioja. Y yo con mi simpleza. Bien cargado, poco azúcar, y a los cubitos. Un café con hielo, por favor. Terco paleto.
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